Cuatro Vuelos y Un Funeral

Mi esposa me apretaba el brazo derecho y limpiaba sus lágrimas con el abrigo nuevo que compré para la ocasión. ¿Necesario? Mi padre diría que sí, por eso lo tengo. ¿Lo usaré seguido? Dudo mucho que me sirva cuando regresemos a casa, pues nosotros vivimos en la playa.

Los funerales nunca son sencillos, menos cuando se trata de enterrar a tu papá. Pero de alguna manera logré brindar un entierro, un velorio y un funeral dignos para el viejo. Nunca me pasó por la cabeza, pero mis papás no estaban preparados para la muerte.

Ellos se habían retirado hace unos años y recientemente se fueron a vivir a la montaña buscando una vida más tranquila. Este martes recibí una llamada de mi madre cerca de las 11 de la mañana, contesté con gusto solo para descubrir que la voz entrecortada al otro lado del teléfono me daría la terrible noticia. Tomé un vuelo de inmediato para abrazarla y encontrar consuelo juntos, pero al hacerlo tan precipitadamente, el costo del vuelo fue 3 veces más caro de lo normal y sentí que me sacaban un ojo de la cara.

Cuando llegué, mi mamá seguía en shock en el hospital. La noticia de que su alma gemela se le había adelantado era fuerte, pero además estaba sorprendida por lo que se venía; no tenían su papelería al corriente, ni seguros para cubrir los gastos por venir.

Durante la tarde me encargué de los costos y trámites del hospital y honorarios de los doctores, los
cuales parecían modestos, pero no lo eran considerando que mi padre llegó de emergencia y murió en los siguientes 90 minutos. Aún así, este es el tipo de gastos que uno no se cuestiona. Lo pagué pronto y para descansar un poco, le dije a mi mamá que la invitaba a cenar a donde quisiera. Sin ánimos de escoger, terminamos en el primer lugar que vimos abierto. Otra mala decisión para mi cartera, pero por lo menos la comida estaba buena.

Comencé el día siguiente contactando varios abogados locales. Teníamos un problema porque mis
padres tenían toda su vida ligada a Guadalajara, pero él falleció a más de 1,000km de distancia. El
abogado me explicaba por teléfono que no era algo tan sencillo, pero que no era imposible. Para no perder el tiempo, lo invité a comer y platicamos la situación: si queríamos enterrar a mi padre en
Guadalajara, tendríamos que pagar varios permisos por estado, pagar el transporte y esperar varios
días. Por otro lado, mis padres no tenían ahorrado nada para sus funerales y como eran nuevos en la zona, tampoco se habían preocupado por buscar un pedazo de tierra para su entierro. La comida se volvió cena analizando opciones y considerando costos. Después de evaluar el panorama, decidimos que no había necesidad de llevarlo de vuelta a su tierra; encontraríamos dónde enterrarla y solo la familia cercana vendría al funeral.

Por la noche llamé a mi esposa para contarle la situación. Le comenté que cuando llegué mi madre
estaba muy asustada, pero que mi presencia le había dado fuerza para soportar la pérdida. La familia siempre ayuda en los momentos más necesarios. También compramos su vuelo sin anticipación, por lo que sentí que me sacaban el otro ojo de la cara. Ella aterrizó la tarde siguiente para ayudarme con los trámites y preparativos. Durante el día, yo me encargué de buscar lugares para llevar a cabo un velorio y a buscar un cementerio de emergencia. Es extraño, pero firmé una buena cantidad de papeles casi de manera automática y me di cuenta que esta premura también inflaba todas las cuotas que nos cobraban, ya que no fue suficiente el crédito de mi tarjeta de diario y tuve que sacar la tarjeta de crédito de emergencias. No me importó, para eso sirven.

Para el tercer día ya estaba todo bajo control, pero caí en cuenta que no había traído un abrigo formal para la ocasión, así que mi esposa y yo aprovechamos la excusa de compra para distraernos un rato. Horas más tarde comenzó el velorio y con ello la llegada de familiares y amigos. Yo me encargué de recibir a todos y mi mujer me ayudó a controlar los detalles que yo había olvidado; desde las flores, el café, los refrescos y hasta la contratación de mariachis para el entierro, que tanto disfrutaba mi madre.

Al día siguiente del entierro, mis tíos me agradecieron que hubiera estado aquí desde hace días, a lo que yo solo contesté que era mi placer, así como lo era invitarlos a todos a comer. En la comida estábamos un poco más livianos y brindamos en honor a mi padre. Eran pocas las ocasiones en que nos veíamos todos juntos, por lo que sentí que mi padre estaría contento y definitivamente mi madre más tranquila.

En el aeropuerto de regreso a casa, mi esposa se dio cuenta que pagaba con la tarjeta que nunca
usamos y me preguntó si había pasado algo con la de batalla. Durante el vuelo le platiqué los detalles de las cuentas y ahora era ella la que se quería morir, pues gastamos casi $150,000 en sólo cinco días. Es una cantidad grande para nuestras finanzas y nuestros sueños de viaje tendrán que posponerse un poco más. La verdad es que fueron gastos que hice sin pensar y a los pocos minutos mi esposa me apoyó en mis decisiones, pero también nos quedó claro que esto no nos volvería a pasar. Cuando regresamos a casa, empezamos a investigar sobre seguros y preparativos para la muerte de mi madre, de sus padres y de nosotros mismos.

Etiquetas:
Seguros Testamento
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