El auto de mis sueños ahora el de mis pesadillas

“Para tener una vida plena y feliz debes tener: casa propia, un auto, una pareja, casarte, tener hijos… bla, bla, bla”. ¿Cuántas veces hemos escuchado estas palabras? Pero sobre todo ¿Cuántas veces hemos creído que son completamente ciertas? Les voy a contar la historia de mi amigo Carlos.

A Carlos lo conozco desde la licenciatura, íbamos en el mismo salón y siempre fue un chico muy tranquilo y cero materialista (y cuando digo cero es porque así era en ese entonces). Lo que a ambos nos unía era el amor por las bicis, siempre nuestros temas de conversación eran las bicicletas, que si las fixies eran la mejores, que las de montaña no me gustaban, que las de pista son las más rifadas, etcétera. No había domingo que no me despertara con un mensaje de Whatsapp que decía: “¡Qué onda tú! Te veo a las nueve en el Parque de los Venados, vamos a dar el rol a Reforma.  Y ahí andábamos los dos bien contentos en nuestras “baikas”. Otras veces ya más locos y aventureros, nos íbamos a Pachuca, Teotihuacan o a la Marquesa (qué bonita época).

bike animación

¿En serio necesitas un coche?

Como suele pasar, las cosas en algún momento tienen que cambiar, no todo siempre puede ser igual, Carlos encontró un trabajo que le absorbía gran parte de su tiempo. Poco a poco se fue alejando de mí, los domingos por la mañana mi celular ya no sonaba con mensajes despertadores: Carlos ya no tenía tiempo ni de escribirme, mi corazón estaba roto.

Así pasaron algunos meses, platicábamos muy de vez en cuando, y me contaba que le estaba yendo muy bien en su nueva chamba (lo cual me dio mucho gusto), pero … oh sorpresa, un día me dijo algo que no veía venir: ¡necesitaba comprarse un coche! ¿Un coche?

Me pidió que lo acompañara un domingo a una agencia, sí, en domingo, un domingo que solía ser de andar en bici, se había convertido en domingo de ir a ver carros, mi corazón estaba aún más quebrado. Durante el trayecto (que por cierto lo hicimos en nuestras bicicletas), le pregunté por qué quería comprarse un coche:

  • “En mi trabajo todos tienen, soy el único que llega en bici”.
  • Pero, tu trabajo está muy cerca de tu casa ¿Para qué quieres un carro? ¿Cómo lo vas a comprar? ¿No crees que gastarías más en gasolina? Además, no vas diario ¡casi no lo vas a ocupar!
  • Pues ya veré cómo lo pago, voy a checar un autofinanciamiento, y de la gas pues no me preocupo, trataré de ocuparlo lo menos posible.

¡LOL!

No estaba entiendo nada ¿Carlos se iba un comprar un carro que casi no iba a ocupar? No pues wow. Me di cuenta de que mi buen amigo había caído en los estereotipos de las personas que lo rodeaban, que el carro que tanto anhelaba no era por necesidad, sino era producto de una necedad. Carlos se había dejado llevar por lo que tenían los demás y no por sus sueños.

Llegó el día y Carlos al fin tuvo en las manos las llaves de su nuevo auto, muy bonito, por cierto. Me invitó a dar una vuelta y le pregunté si ya nunca iríamos a Reforma en nuestras bicis, me dijo que no, que mejor fuéramos a la Marquesa, pero ahora en su coche. Yo me sentía un poco incómoda con la situación, extrañaba a mi amigo, al chico con el que podía pasar horas y horas hablando de bicis y no de coches.

carro sucio y estacionado

Odio decir "te lo dije" pero te lo dije

Carlos fue feliz un tiempo con su carro nuevo, andaba por todos lados, yo seguí dando mis roles en la bici, y cuando pasaba por su casa veía siempre su carro estacionado. Así fue por muchas semanas, a la hora que yo pasara ahí estaba el bonito y último modelo coche del año. Hasta que no aguanté más las ganas y le pregunté porque ya no sacaba su carro:

  • “Me regresaron a trabajar cien por ciento a casa, por eso no lo ocupo. Tiene mucho que no lo saco porque estoy gastando bastante lana en otras cosas y prefiero no ponerle gasolina. Al trabajo me voy en bici, total, me queda muy cerca, además tengo que ahorrar para la mensualidad, sale caro tener coche”.

Carlos no ocupa ya su carro, lo tiene en el estacionamiento de su casa y ya ni parece del año, no sabe qué hacer con él, pues al final se dio cuenta que se precipitó al comprarlo, que realmente era algo que no necesitaba, que lo que ahora paga de mensualidad, lo pudo haber invertido en algo más útil para él: en algún curso, un fin de semana en un pueblo mágico o en ¡otra bici!

Con esto que le pasó a Carlos saqué las siguientes conclusiones que quiero compartir con ustedes:

  1. No comprar algo solo porque los demás lo tienen: las necesidades, gustos o sueños de otras personas, no tienen por qué ser los nuestros.

  2. Pensar bien en qué invertir nuestro dinero: Si bien es cierto que nunca debemos arrepentirnos de nuestras decisiones, pero siempre es mejor hacer una buena elección (más cuando está nuestro dinerito de por medio)

  3. Si ya hiciste un gasto en algo material que no te salió como tú querías, busca darle otro uso, no dejes empolvar y descomponer las cosas al fina ¡fue algo que te costó!

Carlos y yo aprendimos mucho de esta situación, pero más él: aprendió a no dejarse llevar por lo que dicen y tienen los demás.

Etiquetas:
Historias
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