El día que casi lavo los platos en una cita

¿Qué hacer en una cita?, ¿Quién paga qué?, ¿Qué es lo correcto? AAAAAA

Gran debate.

El otro día estaba bien tranqui en mi casa, leyendo un libro y de fondo escuché que en el departamento de la vecina estaba sonando una canción que decía “Si me das, yo también te doy mi amor. Bailamos hasta las 10, hasta que duelan los pies”. Algo así iba.

El punto es que comencé a analizar (como de costumbre) porque ya saben que soy una persona confundida y curiosa de tiempo completo. 

LA RECIPROCIDAD EN LAS CITAS  

Ahí les va mi historia.

Conocí a un chico. Guapo, alto, lindo, detallista, medio desordenado pero cool. Me invitó a salir a una pizzería en Coyoacán, platicamos un montón y tomamos limonadas.

Cuando llegó la cuenta, luego luego le dije: -¿Nos vamos a michas?

Y él me respondió: -Yo creo que la primera cita no es para hablar de dinero, hay que dejar que el tiempo avance, luego se irán formando los acuerdos. Para la otra te toca a ti, no te preocupes- (y me guiñó el ojo).

stop motion de cómo hacer limonadas

Seguimos saliendo y todo bien. Unas veces pagaba yo, otras veces él. Siempre fue equitativo.

Semanas antes habíamos quedado de ir a un restaurante muy acá, en una zona “cara” de la ciudad porque según ahí vendían las mejores baguettes, empanadas y pizzas.

Un día antes me llamó por teléfono para contarme que se había quedado sin trabajo, que se sentía sacado de onda y me dijo que no quería salir conmigo hasta conseguir una nueva fuente de ingresos.

Ante esa declaración, no dudé en continuar con el plan.

-Nos vemos mañana en el restaurante a las 3 pm. No te apures, yo invito-, le dije.

Así fue. Platicamos buen rato, me contó cómo se sentía y comimos delicioso.

Pedí la cuenta y PUUUUM. 

-Me voy a quedar a lavar los platos-, le dije bromeando.

Él estaba súper apenado porque por razones obvias no podría pagar su parte.

De inicio me causó incomodidad (no se los voy a negar) pero luego entendí que nosotras mujeres estamos acostumbradas a que los hombres son los que tienen qué pagar las cuentas y salidas pero ¿no les parece que eso ya es una mentalidad del año 1794?

El chico se había quedado sin trabajo y sé que si yo estuviera en su lugar, definitivamente él pagaría mi cuenta sin problema, ¿por qué yo no lo haría? 

La empatía o amabilidad no deberían tener género.

Tengo varias chambas, me va bien y puedo pagar mis cosas. Está bien que me inviten a comer. Está bien un regalo. Está bien, pero ¿siempre? Creo que nosotras también podemos hacerlo, ¿no?

Recordemos la canción de mi vecina.

“Si me das, yo también te doy mi amor”.

Desde ese día, mi percepción sobre la reciprocidad en las citas cambió y saqué mis propias conclusiones:

Chica diciendo amén

¿Cómo le hacen mis amigas?

Hablar y tener acuerdos es importante. Es válido no tener mucho dinero para gastar, se vale no pagar, se vale sí pagar. Se vale todo, el punto aquí es que tú y la otra persona se sientan cómodos.

Cuando sabes que ambos ganan lo mismo
Por ejemplo: El viernes Sandi mi amiga salió con un chico al cine.
Él invitó las entradas y ella puso las palomitas. Él la llevó a su casa y ella pagó el estacionamiento.

Equitativo.

Cuando sabes que la otra persona gana más que tú
Por ejemplo: Mi amiga Mariana salió con un chico al Museo Jumex en la CDMX.
Él pagó las entradas y la comida. Ella le disparó un helado y puso para el estacionamiento.

Equitativo.

Me gusta saber que yo también puedo invitar

No se trata de aportar cierto porcentaje en las citas. No hay una regla implícita.
Está padre dejar que paguen la cuenta y está padre pagar la cuenta.

Hoy en día invitar a tu pareja no debe ser un acto impuesto como rol de género sino orgánico y correspondido.

Etiquetas:
Historias
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